Durante la misa, el Papa dijo: Los líderes mundiales deben escuchar las voces de los pobres: no hay paz sin justicia.

En su homilía, el Papa recordó que el año litúrgico está llegando a su fin, señalando que las lecturas apuntan cada vez más hacia el final definitivo de la historia.

El profeta Malaquías, dijo, describe el fin de los tiempos como «el tiempo de Dios, cuando, como un amanecer que trae el sol de la justicia, las esperanzas de los pobres y los humildes recibirán una respuesta final y definitiva del Señor, y las obras de los malvados y sus injusticias, especialmente contra los indefensos y los pobres, serán erradicadas y quemadas como paja».

Jesús, añadió el Papa, es este «sol de justicia», que es el poder de Dios, activo y presente en todos los acontecimientos dramáticos de la historia.

En lugar de ceder al miedo, los cristianos deben permanecer anclados en la esperanza, ya que el Señor nunca permitirá que «ni un solo cabello de nuestra cabeza perezca», dijo el Papa.

«En medio de la persecución, el sufrimiento, las luchas y la opresión en nuestras vidas personales y en la sociedad, Dios no nos abandona», dijo. «Y en Jesús, su Hijo, la cercanía de Dios alcanza la cima del amor. Por esta razón, la presencia y la palabra de Cristo se convierten en alegría y júbilo para los más pobres».

Mientras la Iglesia celebra la Jornada Mundial de los Pobres, el Papa León recordó las primeras palabras de su primera exhortación apostólica:«Dilexi te,te he amado».

En cumplimiento de esas palabras, la Iglesia busca ser madre de los pobres y ofrecer un lugar de justicia y acogida a todos, especialmente a los que están agobiados por la pobreza.

«¡Cuántas formas de pobreza oprimen nuestro mundo!», se lamentó el Papa. Señaló la pobreza material, así como la pobreza moral y espiritual, que, según dijo, aflige especialmente a los jóvenes.

«La tragedia que las atraviesa a todas es la soledad», dijo. «Nos desafía a mirar la pobreza de manera integral, porque si bien a veces es necesario responder a las necesidades urgentes, también debemos desarrollar una cultura de la atención, precisamente para derribar los muros de la soledad».

El Papa invitó a los cristianos a prestar atención a los demás, ya sea en Internet, en nuestro lugar de trabajo o en nuestras familias, diciendo que tenemos muchas oportunidades para dar testimonio de la ternura de Dios.

En cuanto a la situación mundial, el papa León XIV lamentó los escenarios de guerra en muchas partes del mundo, diciendo que parecen confirmar que la humanidad se encuentra en un estado de impotencia.

«Sin embargo, la globalización de la impotencia surge de una mentira, de creer que la historia siempre ha sido así y no puede cambiar», dijo. «El Evangelio, por otro lado, nos recuerda que es precisamente en los trastornos de la historia cuando el Señor viene a salvarnos».

El papa León instó a los líderes mundiales a escuchar el clamor de los más pobres, que desafía a quienes tienen responsabilidad política.

«No puede haber paz sin justicia», dijo, «y los pobres nos lo recuerdan de muchas maneras, a través de la migración y de sus gritos, que a menudo son sofocados por el mito del bienestar y el progreso que no tiene en cuenta a todos y, de hecho, olvida a muchas personas, abandonándolas a su suerte».

El Papa también alabó los esfuerzos de los trabajadores caritativos y los voluntarios, que buscan aliviar la situación de los pobres, y les agradeció por expresar la esencia de la fe y la solidaridad de la Iglesia.

Para concluir, el papa León invitó a todos los cristianos a buscar el Reino de Dios trabajando para transformar la convivencia humana en un «espacio de fraternidad y dignidad para todos, sin excepción».

«Que María nos ayude a abrazar la nueva forma de pensar del Reino», dijo, «para que en nuestra vida cristiana esté siempre presente el amor de Dios, que acoge, cura las heridas, perdona, consuela y sana».