Al reunirse con los fieles, el Papa dijo: «Pensad en la muerte; nuestro tiempo en la tierra es para prepararnos para la vida eterna».

La muerte se ha convertido en un tabú

«El misterio de la muerte siempre ha suscitado profundas preguntas en los seres humanos», ya que es a la vez el acontecimiento más natural y más antinatural que existe, señaló el Papa.

«El deseo de vida y eternidad que todos sentimos por nosotros mismos y por las personas que amamos nos hace ver la muerte como una sentencia, como una "contradicción"».

Destacó cómo, en comparación con el pasado, en el que muchas culturas desarrollaron ritos relacionados con el culto a los muertos y su viaje hacia el más allá, hoy en día parece haber una tendencia opuesta.

«La muerte parece ser una especie de tabú, un acontecimiento del que hay que mantenerse alejado; algo de lo que hay que hablar en voz baja, para no perturbar nuestra sensibilidad y nuestra tranquilidad», dijo, subrayando que por eso muchas personas evitan visitar los cementerios.

¿Puede la ciencia garantizar que una vida sin muerte es feliz?

Al mismo tiempo, también mencionó cómo «muchas visiones antropológicas actuales prometen la inmortalidad inmanente» y «teorizan la prolongación de la vida terrenal a través de la tecnología».

«Este es el escenario transhumano, que se abre paso en el horizonte de los retos de nuestro tiempo», dijo el Papa.

«¿Podría la ciencia realmente vencer a la muerte? Pero entonces, ¿podría la ciencia misma garantizarnos que una vida sin muerte es también una vida feliz?».

Los seres humanos son impotentes ante la muerte

«Entonces, ¿qué es la muerte? ¿Es realmente la última palabra sobre nuestras vidas?», preguntó el Papa. La conciencia de los seres humanos de que la vida termina en algún momento, en cierto sentido, «les "agobia" en comparación con otros seres vivos», explicó, añadiendo que los animales, por ejemplo, «no se cuestionan el significado, el propósito y el resultado de la vida».

«Teniendo en cuenta este aspecto, se podría pensar que somos criaturas paradójicas e infelices, no solo porque morimos, sino también porque estamos seguros de que este acontecimiento ocurrirá, aunque no sepamos cómo ni cuándo», añadió.

«Nos encontramos conscientes y, al mismo tiempo, impotentes. Probablemente aquí es donde se originan las frecuentes represiones y huidas existenciales de la cuestión de la muerte».

Una respuesta a nuestras preguntas existenciales

Sin embargo, el Papa también ofreció una respuesta a todas estas reflexiones en la resurrección de Cristo.

Esta «nos revela que la muerte no se opone a la vida, sino que es parte constitutiva de ella, como paso a la vida eterna», y «nos da un anticipo, en este tiempo aún lleno de sufrimientos y pruebas, de la plenitud que vendrá después de la muerte».

Solo la Resurrección «es capaz de iluminar el misterio de la muerte en toda su extensión. A esta luz, y solo a esta, se hace realidad lo que nuestro corazón desea y espera: que la muerte no es el fin, sino el paso hacia la luz plena, hacia una eternidad feliz», insistió el Papa.

«El Resucitado nos ha precedido en la gran prueba de la muerte, saliendo victorioso gracias al poder del Amor divino», continuó. «Así, nos ha preparado el lugar del descanso eterno, la casa donde se nos espera; nos ha dado la plenitud de la vida, en la que ya no hay sombras ni contradicciones».

Solo a la luz de la resurrección de Cristo se puede llamar a la muerte nuestra «hermana», como hizo san Francisco, subrayó el Papa, al tiempo que concluyó que esperar la muerte con la esperanza de la resurrección de Jesús «nos preserva del miedo a desaparecer para siempre y nos prepara para la alegría de la vida sin fin».